Preñado por sus inagotables bálsamos de huerta.
Hechizado por un verde mar de anaranjadas olas
y prendido por clamores populares añorados.
Este humilde escribidor de aquellos dictados espirituales
A la Palma del Río que recuerda rinde este homenaje sentido
A ella otorgo mi alma de trovador, juglar o poeta
A esa villa palmeña que a bien tuvo parirme
A ella, a la dueña de mis quimeras lego mi puño
A esa Palma de noches canículas y rapaces de torreón
A mi edén de elegantes palmeras danzantes
A la de casas encaladas en calles de tierra y quinqué
Aquella de encalladas manos campesinas y hortelanas
A la de los impulsos zanjados y frágil memoria
A esa de refinadas campanas y oteros marianos
De guardianas y enigmáticas murallas legendarias
De ilustres y arrogantes ríos circundantes
A la estoicamente quemada por insolencias fracasadas
A la Palma de pródigos paisanos y tradiciones erráticas
A la de ermitas marineras de tierra adentro
A la fronteriza rendida a visigodos, romanos y moros
A la Palma Bocanegra y a la del Cardenal cristiano
Por todo lo dicho y aquello que sin decir se sabe
Por nuestros engalanados secretos compartidos
A vos pueblo hermoso rinde este vasallo pleitesía
Y si ahora despedida no cabe
A ti te emplazo cuando la parca me requiera
No exijo, ni reprocho, ni nada reclamo
Más a tus pies me pliego y esta suplica te elevo
Acógeme por siempre en el sosegado y compartido techo
Y en la cama perpetua de tus brazos dormir para siempre quiero
Marcos Aguilar Franco – Mayo de 2013