Día del libro – 2021

Sobre la importancia de que nuestros niños lean, desarrollen su imaginación, aprendan a conocer otros modos de pensamiento, sepan de otras maneras de vivir, respeten opiniones diferentes, se entrenen en la escucha, discurran, resuelvan, confíen, progresen, vuelen, amen… Sobre el valor que posee un buen libro. Os invito a un capítulo de WIFI FREE, una novela juvenil que publiqué el pasado mes de octubre. Quizás ahí lo explique mejor.

La juglaresa

Una vez hubo arrebujado sus sucias posaderas sobre el poyete para instalarse cómodamente, la anciana sacó de su zurrón una reluciente flauta travesera y, tras lanzar al viento algunas notas sueltas, desprovistas de armonía, echó de inmediato mano a un desgastado volumen de cuentos. 
	La plaza estaba abarrotada de niños. Y justo en el instante en que la vagabunda comenzó a ejecutar la imaginaria partitura que fluía del fondo de su corazón, todos se fueron acercando hasta ella, embaucados por la dulce melodía, como si un sortilegio poderoso se hubiese apoderado de ellos. A continuación, abrió su libro con delicadeza y se entregó a la lectura de aquellos relatos llenos de encantamientos. Los chiquillos se quedaron fascinados. Ella les sonreía con la mirada y los acariciaba con la tibieza de su voz. 
	Poco a poco la fueron rodeando y, después de sentarse alrededor, se dispusieron a escuchar sus palabras, contemplándola con embeleso y abandonándose sin reservas a su misteriosa seducción. 
	La juglaresa narró leyendas maravillosas, aderezadas con preciosos acordes musicales, que extasiaron a sus pequeños oyentes, transportándolos a países encantados y reinos remotos. De su mano tuvieron ocasión de vivir increíbles y extraordinarias aventuras.   
	Transcurrieron horas durante las que el embrujo de aquella lectura cautivadora fue apoderándose del corazón de todos los muchachitos de la aldea, hasta que lentamente la anciana llegó a las palabras que daban fin a su libro. Al terminar, lo cerró amorosamente y se dispuso a meterlo con cuidadoso esmero en los serones de esparto que su burrito cargaba. También puso dentro su flauta travesera. 
	Ningún adulto de los que se habían ido acercando advirtió cómo, al guardarlo, escapaban de entre las páginas de sus cuentos algunas palabras que, provistas de blanquísimas alas, se elevaban danzarinas por los aires. Y mientras se alejaban en las alturas, un polvo brillante que caía desde el cielo se desprendía de ellas, como si de millones de estrellitas se tratase. Solo los niños fueron capaces de percibir, gracias a los inocentes ojos de su imaginación, aquella bandada trepidante de palabras voladoras que, al alcanzar las nubes, acabaron por perderse en la inmensidad celeste del firmamento. 
	Sin embargo, aunque las palabras aladas desaparecieron en el espacio infinito, su polvo de estrellas continuó cayendo unos instantes más, anegando de júbilo el corazón de cada uno de los muchachos.

María del Carmen Navarro Ruiz es ateneísta, licenciada en filología hispánica por la universidad de Córdoba y logopeda titulada por la universidad de Vic (Barcelona); ha ejercido la docencia en enseñanza secundaria durante 29 años y ha publicado casi una veintena de libros.

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