Pintor (Córdoba, 1973)
A pesar de que nació en Córdoba un 5 de agosto del año 1973 y de que residió hasta el día de hoy en esa ciudad, su padre era palmeño. Por esa razón, el pequeño Manuel, que acostumbra a pasar largas temporadas en la calle Gracia, donde venía buscando el cariño de su abuela Carmen “la de Reina”, mantiene un contacto permanente con el pueblo paterno, al que están vinculados nostálgicos recuerdos de infancia: el olor de la huerta con sus fragancias a azahar, la lluvia que se desliza sigilosa sobre las calles de adoquines, la muralla alzándose cautivadora ante sus ojos de niño… Todas esas emociones aflorarán en el hombre maduro que un día, a los cuarenta años y siguiendo una vocación secreta e inusitada, se hace pintor.
Su aventura pictórica, sin formación artística previa, va a transformar a ese industrial de la construcción de modo definitivo, que, aunque no abandona su trabajo oficial, convertirá el arte en su oficio. Y a partir de entonces va a habitar entre lo arquitectónico de la obra de albañilería y el paisaje que su pincel imprime sobre el lienzo. Le apasiona retratar en sus cuadros trozos de naturaleza y costumbres, a los que ilumina con la magia que transmite su apasionado uso del color. Le produce profunda fascinación rescatar del olvido lugares y personas que, ocultas por el despiadado paso del tiempo tras un velo negro, renacen pletóricas de luz y color.
Su primera exposición fue en el patio barroco de la Diputación de Córdoba, bajo el título “Paisajes y Recuerdo”, presentada por Eduardo Mármol y apadrinada por quien en aquel momento era Vicepresidente 4º de la Diputación de Córdoba, Salvador Blanco. Esta primera exposición se hizo itinerante, gracias al gran interés que despertó no solo en la capital sino también en los distintos ayuntamientos de la provincia: Palma del Río, Montilla, Montoro, Puente Genil, Villa del Río, Lucena, Hinojosa del Duque o la Casa de Córdoba en Madrid, siempre de la mano de Diputación de Córdoba.
En esa primera y magnífica exposición, Manuel Muñoz presentó obras al óleo de antiguas imágenes fotográficas de Palma del Río, como una retrospectiva de la capilla de las Angustias con la casa del santero, la puerta principal de la iglesia del hospital de San Sebastián y el viejo convento de San Francisco con la animada vida de un mercado repleto de transeúntes y bestias. Un realismo nostálgico que Muñoz retrata con pincel mágico.
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