Herrero

Paco Lora en su fragua

Desde que el ser humano dejó la edad de piedra y descubrió los metales, un oficio
nuevo y sugerente entró en escena: el forjador, el herrero. En aquellos tiempos
brumosos se le rodeó, además de con su aspecto práctico, de un sentido simbólico y
hasta mágico. El herrero producía herramientas útiles más duraderas y, también,
demostraba una capacidad que otros de la comunidad no tenían, la de transformar
con su fuerza e ingenio, y con la ayuda del fuego, materias duras, como el metal,
dándole formas diferentes, para usos diversos, que mejoraron la vida y el poderío de
los humanos de entonces. Algo diferente a lo que los alfareros, con sus manos hábiles
pero con delicado esmero, hacían. De ahí que se les haya comparado con los
alquimistas, que transmutaban materiales groseros en esencias valiosas, como la
llamada piedra filosofal. Vulcano, el dios del fuego y los metales, ha traspasado el
tiempo encarnado en estos artesanos.

El oficio de herrero ha desempeñado un papel importante y necesario durante siglos
en nuestras comunidades, ahora venido a menos en su concepción individual o
artesanal, al aparecer la gran industria del acero, y con el surgimiento de nuevos
materiales, aunque no ha perdido, por suerte, su presencia entre nosotros.

Un ejemplo de este oficio, de forjador, de alquimista y artista, lo tenemos en la figura de Francisco Lora Caro (Paco). Nació en La Luisiana, provincia de Sevilla, el 6 de Agosto de 1933. Su padre José también fue herrero y su madre Ángeles, una luchadora incansable, crio a nueve hijos. Los años en que Paco nació eran momentos difíciles para España y especialmente para Andalucía. 

Aprendió el oficio siendo un niño pequeño, porque prácticamente nació en la fragua. Sin medios, sin herramientas y con casi nada, consiguió  hacer todo tipo de objetos en la herrería. Su enorme interés por aprender le ayudó mucho a lo largo de toda su vida. Afán por superarse y ser mejor en el oficio que se mantiene indeleble en él hasta el día de hoy. Modelar el hierro es toda su vida. De sus cuarteadas manos y su incansable martillo han nacido rejas, balcones, carros, rejas de arado, remolques, faroles, esculturas, muebles y un sinfín de utensilios. A pesar de su talento y siendo por entonces todo tan difícil, en los años sesenta, como tantos andaluces, también se vio obligado a la valiente decisión de tener que emigrar, marchándose a Holanda para buscar mejores recursos laborales allí.

Su formación académica se limita a las clases a las que asistía, por su propia cuenta y de noche, con D. Francisco y D. José, dos maestros en diferentes épocas, que cobraban 15 pesetas al mes, y que Paco costeaba con los trabajos que hacía de día. Por esa época trabajó en un tejar de “boquinero”, donde retiraba el material que los maestros hacían en el torno.

Adora la música, por eso luchó hasta lograr convertirse en integrante de la banda de música que dirigía el maestro Ángel Martínez, que tocaba en el Paseo Alfonso XII en el conocido como kiosco de la Música, lugar que aún hoy se conserva.

Paco se jubiló hace años, pero todavía continúa al pie de su fragua y, martillo en mano, comparte espacio en el taller de sus hijos, Barro de Palma.

Hay una curiosidad en él que pone de relevancia su afán por aprender. Le encantan las nuevas tecnologías y se desenvuelve perfectamente en el manejo de ellas. Se acompaña siempre de su tablet que, colocada bajo el brazo, le hace exclamar muchas veces: “Si yo hubiera conocido esto con 20 años…….!!!!!.” Cada día se sorprende a sí mismo y asombra a los suyos con nuevos descubrimientos en las redes, en Youtube…..

Artista incansable, le apasiona la vida porque le permite crear, lo mismo da que sea una escultura, que un cuadro al óleo; la confección de una mascarilla, una poesía, el relato minucioso del último libro que ha leído o por qué no, un exquisito guiso, cocinado a fuego lento en la cocina, para ofrecerlo a sus hijos y nietos.

En 2008 se le otorgó junto a su hermano Pepe Lora el premio Al-Ándalus de las Artes como reconocimiento al profundo amor que dedicó a su oficio.

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